lunes, 1 de junio de 2009

Efectos de las campañas electorales negativas


A continuación presento la síntesis propia de algunos fragmentos de un artículo que aún está en composición por el Dr. Carlos Sirvent Bravo Ahuja. Mucho de lo que vemos y escuchamos actualmente en las campañas electorales de 2009 en México por parte del partido en el gobierno federal siguen esta línea.
Estudios recientes muestran que el elector se encuentra cada vez más insatisfecho acerca de que los candidatos utilicen campañas negativas en las campañas electorales; sin embargo, esto no ha tenido ningún impacto o influencia en que los partidos y candidatos dejen de usar esta herramienta de campaña como parte de su estrategia general para ganar una elección.
Sin embargo, es necesario hacer dos aclaraciones. En primer lugar, los votantes no valoran de la misma forma todos los mensajes negativos. Entonces, si la información negativa presentada es considerada como no relevante por el electorado los efectos serán mucho menos significantes. En segundo lugar, mientras que los ataques de las campañas negativas debilitan el apoyo político del candidato atacado, la utilización de campañas negativas debilita también la percepción positiva que los votantes tienen del candidato atacante (efecto boomerang). Lo importante es que los más afectados por la campaña negativa en cuanto a los cambios en la percepción serán el electorado volátil.
Dicho lo anterior no es casualidad que quienes utilizan en mayor grado las estrategias de las campañas negativas son los que se encuentran por debajo en las preferencias electorales, quienes tienen un voto duro reducido o a aquellos que les beneficia deprimir la participación electoral. Además, es importante considerar que quienes están en el gobierno tendrán una mejor posición ante el votante. Incluso si dos candidatos, uno en el partido en el gobierno, y otro no, tienen la misma percepción, el partido en el gobierno tendrá mucho más probabilidad de ganar.
Para el candidato suele ser irrelevante si la elección polariza a la sociedad; si fragmenta a los grupos políticos y si complica —hasta cierto punto—la gobernabilidad mientras se gane con un mínimo de legalidad requerido. En el proceso de construcción de la democracia mexicana hemos sido, sobretodo, testigos de que, una vez ganada la elección, los gobernantes enfrentan dificultades para implementar eficazmente políticas públicas, culpa quizá por la falta de legitimidad del ganador.
Hallazgos empíricos han mostrado que las campañas electorales negativas a quien más desanima a votar son a los electores de preferencias centristas, lo que significa un retroceso. En sociedades cerradas, el conflicto de élites debería ser más pronunciado. Resulta paradójico que en las sociedades abiertas, como son las democráticas, se lidia con la moderación del conflicto de las élites, cuando en realidad la sociedad no está ideológicamente polarizada como muchas veces se hace pensar. Por ejemplo, Alejandro Moreno en su libro del votante mexicano muestra como las preferencias del elector siguen una distribución normal. En condiciones de competencia electoral se debería abrir paso para que los posicionamientos de los candidatos tiendan a converger con las del elector mediano, y que en ese punto sea maximizada la probabilidad de triunfo electoral y se disminuyera el conflicto. Sin embargo, es la estrategia de campaña que sólo se enfoca en ganar la elección la que termina por polarizar a las élites, al discurso, y a la política. El resultado es que las democracias polarizan, crean confrontación, y amenazan la funcionalidad de las democracias.

1 comentario:

  1. mmm no sabia esto gracias por abri un poco mas mi persepcion jajajaja

    ResponderEliminar